En esta delicada obra a lápiz, una niña vestida de ballet nos mira con una sonrisa serena, como si conociera el secreto de sus propios sueños. Frente a ella, una zapatilla de ballet descansa como símbolo de la constancia y esperanza, mientras a su alrededor flotan relojes que parecen marcar no las horas, sino los momentos en los que ha imaginado su futuro.
Cada línea, cada sombra, está cargada de ternura y profundidad. La pieza nos habla del tiempo como aliado de los sueños, de la infancia como un territorio sagrado donde todo es posible. Es un homenaje a la inocencia, a los anhelos que crecen en silencio y se guardan en el corazón con la fuerza de quien cree.
Esta obra nos invita a recordar nuestras propias aspiraciones de infancia, y a mirar con dulzura ese instante en el que empezamos a soñar con lo imposible!